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Técnica
 


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1. Aunque la técnica es consustancial al hombre desde sus orígenes, la mayoría de filósofos no han vuelto sus ojos hacia ella hasta que la tecnología cambió radicalmente la faz del mundo en los últimos siglos. El eclipse de Prometeo durante aproximadamente dos milenios, desde la Antigua Grecia, está detrás del mito de la técnica, es decir, de su concepción unas veces como monstruo incontrolable, frankensteiniano, y otras veces como salvadora de la Humanidad (lo que se llama fundamentalismo tecnológico).

La etimología indica que el término griego téchne designaba el saber hacer de un oficio, de un obrero en general, aunque con la aparición del término latino ars se produjo una primera reordenación de las artes en liberales y serviles (o mecánicas), una distinción que, desde la Antigüedad y cruzando todo el Medievo, subsistió hasta la Modernidad. En los siglos XVI y XVII, a raíz del descubrimiento de América, la división fue haciéndose porosa y con ello se acercó el fin del eclipse de la técnica que se había iniciado en Grecia.

2. El problema es que las ciencias humanas están lejos de decirnos en qué consiste la técnica. Mientras que la etología ha borrado las diferencias entre hombres y animales, al apuntar que algunos animales también poseen técnicas, la antropología ha pretendido levantar nuevas barreras, señalando al fuego o a los útiles como criterio de humanidad, pero al hacerlo ha desbordado el campo etnológico para adentrarse involuntariamente en la filosofía. Algo parecido ocurre con historiadores de la técnica como Benjamin Farrington o Lewis Mumford, ya que sus reconstrucciones históricas también están atravesadas de ideas filosóficas.

Además, no hay una sino múltiples filosofías de la técnica. Sin ánimo de ser exhaustivos, pueden distinguirse ocho modelos que pueden recorrerse históricamente. En primer lugar, la idea griega de la técnica como imitación o mímesis de la naturaleza. En segundo lugar, la idea cristiana de la técnica como arte servil. En tercer lugar, la idea prometeica de técnica que surge con los imperios atlánticos y la Revolución Científica, ligada principalmente a Francis Bacon. A continuación, en cuarto lugar, la técnica como proyección orgánica de Ernst Kapp, quien acuñó el rótulo “filosofía de la técnica” en 1877 y, por ejemplo, concebía las carreteras como el sistema circulatorio de la sociedad. En quinto lugar, la técnica como automatismo, una idea canonizada por la literatura y el cine (Tiempos modernos de Chaplin). En sexto lugar, la técnica como acontecimiento determinante de una época (Spengler, Heidegger). En séptimo lugar, la técnica como ortopedia humana, idea presente en Ortega y Gasset pero también en filósofos de orientación marxista. Y, finalmente, en octavo lugar, una idea dialéctica de técnica que, ateniéndose a las morfologías técnicas concretas, sostiene que las técnicas son el camino a las ciencias así como el germen del ser humano y su mundo.

3. En este octavo y último modelo se encuentra la filosofía de la técnica de Juan David García Bacca, quien señalaba al técnico como el ontólogo de nuestro tiempo, llegando a afirmar que Fermi era mayor ontólogo que Heidegger. Pero también encontramos a la teoría del cierre categorial de Gustavo Bueno, puesto que la idea de técnica forma parte de las costuras del materialismo filosófico, dado que la ontología materialista se levanta a partir de las diferentes materias determinadas técnicamente.

Tanto las técnicas humanas como las técnicas de los animales raciomorfos consisten en sistemas de operaciones orientados a la composición violenta de términos corpóreos, en el sentido de que destruyen o modifican estructuras previas (por ejemplo, represando o desviando un río). Pero, a diferencia de las técnicas animales, las técnicas humanas están normadas, lo que posibilita su enseñanza, así como acusan una mayor presencia de herramientas, de ingenios extrasomáticos (como un pico o un cepo).

Desde las coordenadas de la teoría del cierre, existe un vínculo generatriz entre técnica y ciencia: las técnicas son el dator formarum de las ciencias; porque producen sus contextos determinantes, es decir, las construcciones y los aparatos que posibilitan el establecimiento de las verdades científicas (desde la circunferencia en matemáticas al telescopio en física o la balanza en química). Los nexos causales que determinan las técnicas son el fundamento de las relaciones que posteriormente establecen las ciencias.

Así, la manipulación de máquinas con ejes de las técnicas mecánicas, o el manejo de hornos en sus diferentes especies (horno metalúrgico, máquina de vapor, cámara termonuclear) de las técnicas térmicas, están a la base de las leyes de la mecánica y de los principios de la termodinámica. Pero, de hecho, basta con fijarse en las técnicas gráficas: la primera ciencia, la geometría griega, quedó sepultada por la potencia de los teoremas que generó, olvidándose que proviene de la manipulación corpórea de formas pintadas, pues el geómetra es una suerte de escriba de grafos discretos (las cifras aritméticas) y continuos (las figuras geométricas).

Por otra parte, mientras que las técnicas se sitúan en el momento anterior a la constitución de una ciencia, las tecnologías se sitúan en un momento posterior, puesto que presuponen ciencias en marcha sobre las que se apoyan.

En conclusión, sin técnicas no habría “hombre” pero tampoco “mundo”. Las técnicas transformaron al hombre y, a su través, el mundo que nos rodea.

Carlos M. Madrid Casado

Tecnología
→ Gustavo Bueno, “Notas sobre la técnica” (Abaco, 2000, 27-28:193-206)
→ Luis Carlos Martín Jiménez, Filosofía de la técnica y de la tecnología (Pentalfa, Oviedo 2018)
→ Carlos M. Madrid Casado, Filosofía de la Cosmología (Pentalfa, Oviedo 2018)