Tecnología
filosofia.net/piezas/tecnologia.htm
¿Quién transforma el mundo?, ¿quién lo domina?, ¿quién abre posibilidades insospechadas de futuro?, ¿quién facilita la vida?, ¿quién la hace más agradable?, ¿cómo progresa? Esto preguntan los ingenieros y los tecnólogos pensando que la respuesta es obvia: son ellos los verdaderos taumaturgos, aquellos magos que pretendían dominar el mundo con hechizos, números y rituales iniciáticos. Pero lo que aquellos pretendieron, ahora, es realidad: a diferencia de los magos, la tecnología domina las causas que enlazan los fenómenos del mundo: las causas electromagnéticas de la luz, las causas termodinámicas de los motores o las causas de los procesos químicos. Son ellos, los que construyen microchips y reactores nucleares, televisiones de plasma y satélites espaciales; el resto de personas sólo tiene que apretar un botón, mover un ratón, tocar una pantalla o grabar unas palabras para que se produzcan efectos, se cumplan deseos, se ejecuten órdenes. “Ignora y disfruta” puede ser su máxima, la tecnología es la promesa cumplida hacia la felicidad. Positivistas y marxistas, progresistas y liberales, ricos y pobres, todos confían en la tecnología. ¿Nadie discute sus nuevos logros, sus grandes avances, sus insospechadas novedades? Pero ¿todos se rinden a su poder? No, grandes filósofos ven en la tecnología el mayor peligro y la más grave amenaza contra la humanidad o contra el ser: Spengler ve moribundo al hombre fáustico, el hombre de la técnica moderna; Heidegger ve en la tecno-ciencia el olvido del ser, de la verdad; Ortega llama atolondrados a los ingenieros que conducen la rebelión de las masas. Jacques Ellul ve en los automatismos de la industria el fin de la libertad humana. La polémica en torno a las tecnologías moviliza multitud de ideas antropológicas, históricas y políticas. Carlos Marx actualiza el mito prometeico, que para el canciller Bacon definía al hombre como homo faber. No hay problema que no tenga una solución tecnológica. El ocio y la riqueza manan de la tecnología que nos hace progresar.
Sin embargo, desde la denominada Filosofía de la Tecnología, los análisis de Kapp, Mumford o Bridgman, no ofrecen criterios suficientes para abordar el problema que suscita la revolución tecnológica de los últimos doscientos años. En general se suelen utilizar las ideas unívocas, enterizas, sustancializadas de Hombre y Técnica, que confunden más que aclaran los problemas. Hay que hilar más fino, diferenciar cada tipo de tecnología y la realidad histórico-política desde la que se configura. A diferencia de la técnica, la tecnología sólo se puede desarrollar desde la teorización científica de un campo categorial. De modo que, a su vez, las tecnologías presuponen las técnicas que generan las ciencias. Es decir, la tecnología presupone las ciencias como instituciones en marcha, cuando en el mejor de los casos se producen “contextos determinantes” que permiten la formación de “identidades sintéticas” o verdades apodícticas que permiten el cierre de sus campos categoriales.
Es interesante resaltar cómo el término “tecnología” aparece a la vez que “técnica”, cuando en 1793, el jesuita español aunque afincado en Italia, Juan Andrés Morell (1740-1817), Juan Andrés, en las Cartas a su hermano Don Carlos Andrés, se extraña de una cátedra de Bolonia que trata sobre “tecnología”, pues, dice: “no sé positivamente para qué sirva, pero parece por el nombre que deba versar sobre las artes”. La introducción de la idea de técnica en filosofía no llegó hasta que la aparición de la tecnología industrial del siglo XIX transforma la vida de las sociedades occidentales a un ritmo vertiginoso. Asombrados, vuelven los filósofos sus ojos ante tal espectáculo, buscan una explicación, ya no se pueden obviar los cambios en las comunicaciones, en la producción, en la economía y en todos los aspectos sociales y políticos. Será un geógrafo, Ernst Kapp, emigrado y colonizador norteamericano, quien hace de la técnica objeto de la investigación filosófica en un ensayo titulado Fundamentos de una filosofía de la técnica, publicado en 1877. Su tesis entiende a la técnica como proyección o extensión de las estructuras orgánicas del hombre: el martillo como extensión del puño, el microscopio de los ojos, los hornos de la digestión, las estaciones de bombeo del corazón o la electricidad del sistema nervioso. Con la cibernética, la teoría de la información, la teoría de sistemas o la sinergia, a la vez que se desarrollaban los automatismos, las máquinas con retro-alimentación positiva, los instrumentos “receptivos”, los sistemas de memoria y los programas de rectificación de objetivos, parecía, o así les pareció evidente a muchos, que se lograban reproducir artificialmente las operaciones de los organismos inteligentes, es decir, los que utilizan medios técnicos para sus fines. Así lo expone Bertalanffy, desde su teoría general de sistemas: “La ciencia de los sistemas, que gira en torno a la tecnología de las computadoras, la cibernética, la automatización y la ingeniería de sistemas, parece hacer de la idea de sistema otra técnica –la última– dedicada a transformar el hombre y la sociedad”. El ingeniero ruso, Engelmeier y la Asociación Universal de Ingenieros en la U.R.S.S. (1917) extienden los principios tecnológicos a toda empresa con el lema “la tecnología al poder”, lo que se llamará tecnocracia. Unos principios que pretendían suprimir toda ideología.
La polémica entre las letras (las humanidades y las artes) y las ciencias (las tecnologías) está servida: «Las nuevas tecnologías –dice Gustavo Bueno– se nos muestran envueltas en una racionalidad científica, y esta racionalidad parece contener en sí el peligroso principio de una “revolución permanente” en lo que se refiere a la morfología de los objetos del mundo entorno. Como contrapeso, se comprende que en nuestra época se incremente simultáneamente la delimitación y consagración de recintos destinados a la conservación de objetos intangibles, tabuados que, además, ni siquiera pueden ser identificados en muchas ocasiones en función de alguna utilidad práctica definida: nos referimos, sobre todo, a los Museos de Arte» (Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, Mondadori, Madrid 1989.)
Desde el materialismo filosófico, hay que distinguir tipos de tecnologías y contextos de desarrollo para poder tener criterios sólidos a fin de poder enfrentarse a las cuestiones que ocupan gran parte de las polémicas que nutren la actualidad científica, política y social del presente en marcha, problemas que se suscitan desde la ecología, los procesos climáticos, la bioética, los problemas energéticos, las tecnologías de la información, el control de los mass media o el campo armamentístico.
Luis Carlos Martín Jiménez
→ Técnica
→ Gustavo Bueno, “Notas sobre la técnica” (Abaco, 2000, 27-28:193-206)
→ Luis Carlos Martín Jiménez, Filosofía de la técnica y de la tecnología (Pentalfa, Oviedo 2018)