Filosofía y educación |
|
Lecciones sobre I. Kant. Felipe Giménez. Profesor de filosofía de IES.
EL USO TEÓRICO DE LA RAZÓN 1. Introducción. "La razón humana tiene el destino singular, en uno de sus campos de conocimiento, de hallarse acosada por cuestiones que no puede rechazar por ser planteadas por la misma naturaleza de la razón, pero a las que tampoco puede responder por sobrepasar todas sus facultades." A VII "...; es, por una parte, un llamamiento a la razón para que de nuevo emprenda la más difícil de todas sus tareas, a saber, la del autoconocimiento y, por otra, para que instituya un tribunal que garantice sus pretensiones legítimas y que sea capaz de terminar con todas las arrogancias infundadas, no con afirmaciones de autoridad, sino con leyes eternas e invariables que la razón posee. Semejante tribunal no es otro que la misma crítica de la razón pura". A XII. "De todo lo anterior se desprende la idea de una ciencia esencial que puede llamarse Crítica de la Razón Pura...Un organon de la razón pura sería la síntesis de aquellos principios de acuerdo con los cuales se pueden adquirir y lograr relativamente todos los conocimientos puros a priori. La aplicación exhaustiva de semejante organon suministraría un sistema de la razón". B 24-25. En los textos anteriores Kant expone la necesidad, la razón y cuál debe ser el contenido de la Crítica de la Razón Pura. Hay que fijar los límites del conocimiento sensible, es necesario constituir un tribunal que garantice las pretensiones legítimas de la razón y que sea capaz de terminar con todas las arrogancias infundadas, no con afirmaciones de autoridad, sino con las leyes eternas e invariables de la razón. Fijar límites a la razón es negativo. Es fijar la imposibilidad de la metafísica para fundamentar el conocimiento científico. Esta negatividad del primer momento dará paso a un segundo momento, el más genuinamente kantiano: averiguar la legitimidad de un segundo uso de la razón, el práctico. La universalidad y validez del conocimiento matemático-científico, es para Kant una realidad de la que hay que partir. El problema es pues, averiguar cómo este conocimiento alcanza su status gnoseológico. El problema de la universalidad y validez de la ciencia quedará reducido a averiguar cómo son posibles los "juicios sintéticos a priori", problema que es, en realidad, el de averiguar en qué consisten las condiciones de la certeza. El conocimiento de las condiciones de toda presencia como tal es lo que Kant llama "conocimiento trascendental" "Llamo trascendental todo conocimiento que en general se ocupa, no tanto de los objetos como de nuestro modo de conocerlos, en cuanto éste debe ser posible a priori." A 11, B 25. Este método trascendental parte de una serie de supuestos 1° existen conocimientos universales y necesarios; 2° la existencia y el valor objetivo de ciencias necesarias, como las matemáticas y la física mecánica; 3° la aceptación de que la necesidad no tiene otro origen que un apriori de la razón; 4° la experiencia no es una pura combinación de la sensibilidad y del entendimiento. La posibilidad de las matemáticas como ciencias puras quedará demostrada en la Estética Trascendental, donde se determinarán cuáles son sus elementos a priori o formas puras: el espacio y el tiempo. Frente a Leibniz (conceptos discursivos), frente a Newton (espacio y tiempo como absolutos) y frente a Locke (conceptos empíricos), Kant mantiene la concepción de espacio y tiempo como formas a priori o intuiciones puras de la sensibilidad. No proceden de la experiencia, ni son cosas en sí, pero son los que hacen posible. Estas formas de la sensibilidad, a la vez que aportan la necesidad y la universalidad a los juicios sintéticos a priori, dan como resultado el que el objeto experimentado nunca puede ser el objeto tal como es en sí mismo, sino como es captado por la sensibilidad humana. La sensibilidad aparece como pasividad, puramente receptiva, abierta al objeto al que recibe, por medio de sus intuiciones puras, como fenómeno. 2. Los juicios sintéticos a priori. Los juicios analíticos tienen validez universal y necesaria, es decir: no nos dicen sólo que la cosa es de hecho así y que es así en los casos experimentados, sino que nos dicen que es siempre así porque tiene que ser así. En los juicios analíticos, para establecer la predicación no "salimos" del propio concepto del sujeto. En cambio, en los juicios sintéticos sí. La predicación la tomamos de la presencia del objeto del que ese concepto es concepto. Ahora bien, la razón no crea objeto alguno. Entonces ¿todo juicio sintético es empírico como decía Hume? Si todo juicio sintético fuese empírico o a posteriori, ningún juicio sintético podría tener validez universal y necesaria, pues ya sabemos que la experiencia no puede darnos universalidad y necesidad, sino sólo "verdad de hecho". Entonces, no habría ninguna certeza absoluta acerca de lo ente, dado que: los juicios analíticos serían en efecto absolutamente válidos, pero, por ser analíticos, no constituirían certeza acerca de lo ente, y los juicios sintéticos serían acerca de lo ente, pero, por ser empíricos, no serían certeza absoluta, no habría en ellos imposibilidad de dudar. Estamos en posesión de conocimientos sintéticos a priori. Kant alude simplemente al faktum de las ciencias positivas existentes. 1. Las verdades matemáticas son juicios sintéticos a priori. Que son a priori es claro, puesto que tienen validez universal y necesaria. Que son sintéticos se demuestra de la siguiente manera: Sea el juicio "la suma de siete y cinco es doce". Si tomamos "la suma de siete y cinco" como un concepto y tratamos de enunciar las notas que lo "definen", y las notas que "definen" estas notas, etc., en todo eso no tiene que aparecer "doce". "Doce" aparece, como "resultado", cuando hacemos la operación, esto es: cuando realizamos no un análisis de conceptos, sino una construcción en la intuición; el concepto de "suma" expresa el tipo de construcción que hemos de hacer; "cinco" y "siete" son los datos para esa construcción; pero hay que hacerla efectivamente para obtener el resultado, no basta analizar un concepto; la tabla de sumar reposa en la "construcción" en la intuición. 2. La Física contiene juicios sintéticos a priori. Las "leyes" concretas que la Física formula contienen ciertamente elementos empíricos, pero todo lo que en la Física figura legítimamente como principios fundamentales es sintético a priori. Por ejemplo, que la materia se conserve en todos los cambios no puede ser empírico, y tampoco está contenido en el concepto mismo de materia, concepto que sólo contiene la presencia en el espacio o, lo que es lo mismo, el estado de "lleno" de éste. Que hay juicios sintéticos a priori quiere decir que hay certeza. El problema que pone en movimiento la "Crítica de la Razón pura", "¿cómo son posibles juicios sintéticos a priori?", el problema de la posibilidad de juicios sintéticos a priori, es, pues, el problema de la posibilidad de certeza, lo cual quiere decir: el problema de en qué consiste la certeza, de cuáles son las "condiciones" en cuestión que la constituyen. 3. Intuición y concepto. La palabra "intuición" significa la relación inmediata con el objeto. La intuición es lo que sostiene todo conocimiento; "conocer" es primariamente "intuir". La intuición es necesariamente receptiva, es "afección". Al hecho de la afección lo llama Kant "sensación" o "impresión", y a la capacidad de ser afectado la llama sensibilidad. Las sensaciones o impresiones, por sí mismas, son sólo hechos subjetivos. No contienen en sí mismas la referencia a objeto alguno. Para que haya conocimiento, se requiere que las impresiones estén referidas a un objeto, y esto implica que el orden y enlace de las impresiones unas con otras no sea arbitrario, sino uno determinado, uno que se afirme como obligatorio; inversamente: la única manera de que las impresiones no puedan enlazarse unas con otras de cualquier modo, sino que haya en la mente una regla para ese enlace, es que se afirme la referencia de esas impresiones a un objeto. Hay, pues, una representación, distinta de las impresiones mismas, que constituye, a la vez e idénticamente, la referencia a un objeto y el enlace de la multiplicidad de las impresiones en la unidad de un objeto. Esta representación de unidad es el concepto. Ocurre a) Para que haya objeto tiene que haber intuición y concepto; b) que, objeto del pensamiento por sí mismo, sólo lo sería el objeto de un conocimiento que no fuese receptivo, sino creador; c) que el "fenómeno" (Erscheinung, phaenomenon) no es solamente el objeto del conocimiento sensible, sino el objeto del conocimiento a secas. Veamos un ejemplo de cómo se puede no entender nada de la noción kantiana del conocimiento: entendiendo que la sensación consiste en que "las cosas nos afectan" y que, partiendo de esas afecciones (esto es: de las impresiones), el propio espíritu construye con ellas los objetos, enlazándolas según ciertas reglas. Si Kant dijese esto, diría lo siguiente: a) que "las cosas" son cosas de suyo con entera independencia del conocimiento, y que, por lo tanto, el conocimiento, para ser verdaderamente tal, tendrá que ser "adecuado" a esas "cosas"; b) que tal adecuación sólo tendrá lugar en algún sentido por lo que se refiere a la sensación, la cual es "efecto" de "las cosas mismas" y, como tal, de algún modo correspondiente a su "causa"; c) que, en cambio, el llamado "objeto" es una pura ficción de la mente, aunque el material con que lo construimos procede de "las cosas". Por el contrario, la exposición de Kant debe ser entendida según las siguientes consideraciones: a) La tesis kantiana de la receptividad del conocimiento no dice que haya ante todo unas "cosas", las cuales nos afecten. Dice simplemente que los contenidos del conocimiento, en el conocimiento mismo, se hacen presentes como dados de hecho, y no dice absolutamente nada acerca de "cosas" al margen del conocimiento. El análisis kantiano del conocimiento versa sólo sobre el conocimiento mismo y permanece dentro de los límites del conocimiento. b) No hay "cosa" mientras no hay concepto, y "cosa" es lo mismo que "objeto". c) El concepto no viene después de la sensación, sino que todo conocimiento es a la vez ambas cosas. Sin embargo, es cierto que Kant habla muchas veces de "la cosa en sí", contraponiéndola al objeto del conocimiento, al cual llama "fenómeno". Entonces, nada más fácil que interpretar que la "cosa en sí" sería la responsable de la afección, mientras que el fenómeno sería el objeto elaborado en la mente tomando como material las sensaciones. Pero no es eso lo que dice Kant. El concepto de "cosa en sí" lo introduce Kant para explicar por contraposición el concepto de fenómeno. Lo ente, para Kant es el fenómeno. La "cosa en sí" no tiene presencia alguna, no "es"; nos quedamos con el fenómeno como lo ente. 4. El espacio y el tiempo. 1. Se trata, primeramente, de demostrar que el espacio y el tiempo son forma del conocimiento, es decir: que no dependen del hecho de la experiencia, sino que están supuestos en toda experiencia de hecho, que es la experiencia la que está sometida a las condiciones del espacio y del tiempo. Se demuestra así: a) Nada puede afectarnos si no es "antes que..." y "después que..." y "al mismo tiempo que..."; y nada externo puede afectarnos si no es "al lado de...", "encima de...", etc. Toda experiencia presupone que hay "antes" y "después" y "al mismo tiempo"; y toda experiencia externa presupone que hay "al lado" y "arriba" y "abajo", distancia, exterioridad de unas cosas a otras, etc. Con esto estamos diciendo ya que las representaciones del espacio y el tiempo condicionan de antemano toda experiencia posible, lo cual es todo lo contrario de depender o "proceder" de la experiencia. b) El espacio y el tiempo son necesarios en la experiencia. No podemos imaginar que no haya espacio o que no haya tiempo, mientras que sí podemos imaginar que no haya tal o cual cuerpo (en el espacio) o que no ocurra tal o cual cosa (en el tiempo), sea cual sea el cuerpo y la "cosa" de que se trate. Tampoco podemos imaginar que el espacio o el tiempo puros tengan otra constitución que la que tienen, mientras que sí podemos imaginar cualesquiera modificaciones espacio-temporales de las cosas que se dan en el espacio y en el tiempo. Ahora bien, todo lo que es necesario en la experiencia es a priori. Luego el espacio y el tiempo son a priori. 2. Es preciso, además, demostrar que las representaciones del espacio y el tiempo son intuición, no concepto. Esto se demuestra así: a) Son singulares. Cuando hablamos de "espacios" y "tiempos", nos referimos a partes delimitadas dentro de el espacio y el tiempo. El espacio y el tiempo están supuestos en todo "espacio" y "tiempo" determinados, ya que todo "espacio" sólo es posible por limitación en el espacio, y 2todo "tiempo" sólo es posible por limitación en el tiempo. b) Un concepto es una representación que vale para una infinidad de objetos posibles en el sentido de que es una determinación que está contenida como nota común en infinidad de representaciones posibles. En cambio, el espacio y el tiempo valen para una infinidad de representaciones en el sentido de que contienen esas representaciones, es decir: las abarcan y van más allá de ellas. Ambas consideraciones, a) y b), nos hacen ver qué es lo que se quiere decir cuando se dice que el espacio y el tiempo son magnitudes infinitas; que toda cantidad se da dentro del espacio y el tiempo, como limitación de ellos, y no los agota por grande que sea, sino que siempre es rebasada por ellos. De nuevo vamos a recurrir al procedimiento de dar un ejemplo de cómo se puede no entender nada; es esto, en efecto, lo que ocurre cuando se piensa que, según Kant, nosotros ordenamos las impresiones según el espacio y el tiempo, o sometemos las impresiones al espacio y al tiempo, o ponemos en y/o para las impresiones las representaciones del espacio y el tiempo. Todas estas formas de hablar, por su misma estructura gramatical, parecen indicar que las impresiones, de alguna manera, "existían" ya antes, y que después son "ordenadas" o "sometidas" o "conformadas" o, en una palabra espaciotemporalizadas. Lo que Kant dice es que no pueden tener lugar impresiones si no es con arreglo a las condiciones a priori del tiempo y del espacio, condiciones que constituyen la esencia del ámbito en el cual pueden darse en general impresiones, esto es: de la receptividad del sujeto cognoscente. Podría pensarse que esta crítica se basa en un juego de conceptos; que, ciertamente, las impresiones como impresiones, como algo que tiene lugar en el sujeto, no tienen ninguna realidad previa a su sometimiento al espacio y el tiempo, pero que precisamente el carácter de "afección" de las impresiones obliga a considerar éstas como algo que tiene un origen extrasubjetivo, aunque desconocido para nosotros, anterior a la espaciotemporalidad de las mismas, la cual les es agregada por el hecho de ser impresiones, es decir: afecciones de un sujeto. Respondemos: a) Que la noción de "afección" pertenece exclusivamente al análisis interno del conocimiento mismo; no es la afirmación de ninguna "causa" extracognoscitiva, sino la afirmación de que los contenidos aparecen en el conocimiento (no en ninguna otra parte) como dados, de que su presencia en el conocimiento de que su presencia en el conocimiento aparece como receptividad del sujeto. b) Que el desarrollo de la "Crítica de la Razón pura" comporta la prohibición del uso teórico del entendimiento fuera de los límites de la experiencia posible. La razón de ello es que en todo uso del entendimiento se aplican nociones cuya validez cognoscitiva consiste únicamente en que son condiciones de la posibilidad de la experiencia. c) Que la sensibilidad pura es la pura receptividad del conocimiento, mientras que "poner" "ordenar", "someter a", "conformar" o "espaciotemporalizar" serían actividades. 5. Los conceptos puros del entendimiento o categorías. La intuición, aun cuando no contenga por sí sola la referencia a un objeto, es, sin duda, relación con el objeto, y como tal se afirma dentro de la estructura total del conocimiento. Dentro de esa misma estructura, el papel de la intuición es el de la relación inmediata con el objeto. Obviamente, no puede haber ninguna relación mediata con el objeto si no hay ante todo la relación inmediata. El concepto, aun cuando es él quien establece expresamente la referencia a un objeto, no es él mismo ningún "contacto" con el objeto, porque no es "afección", sino "función" de la mente. El concepto establece la referencia objetiva, pero como referencia objetiva inmediata sólo por parte de la intuición. El concepto es, pues, representación mediata, lo cual quiere decir: representación referida a otra representación. La referencia de un concepto a otra representación (sea ésta intuición o concepto) es el juicio; y la función de referir la multiplicidad de las impresiones a la unidad de un objeto no es otra cosa que el juicio en el cual enuncio. El juicio es la función del entendimiento. En consecuencia, si pretendemos mostrar aquello que está necesariamente supuesto en la función misma del entendimiento (esto es: poner de manifiesto lo a priori del entendimiento), el "hilo conductor" para tal mostración ha de ser una enumeración que abarque todos los diferentes aspectos de la función del entendimiento en el juicio, esto es: una "tabla de las diferentes formas de juicio atendiendo precisamente a la función que el entendimiento realiza. Kant presenta una tabla que divide los juicios según cuatro títulos, a saber: Según la cantidad en: Universales Particulares Singulares Según la cualidad en: Según la relación en: Afirmativos Categóricos Negativos Hipotéticos Infinitos Disyuntivos Según la modalidad en: Problemáticos Asertóricos Apodícticos En la función misma del entendimiento en el juicio están supuestos determinados conceptos, los cuales son, por lo tanto, conceptos que pertenecen a la constitución misma del entendimiento y, como tales, conceptos "puros" (no empíricos). La enumeración de las categorías es como sigue: 1. Categorías de la cantidad: Unidad Pluralidad Totalidad 2. Categorías de la 3. Categorías de la cualidad: relación: Realidad Inherencia y Negación subsistencia Limitación (=substancia y accidente) Causalidad y dependencia (=causa y efecto) Comunidad recíproca (=acción recíproca entre el agente y el paciente) 4. Categorías de la modalidad: Posibilidad (e imposibilidad) Existencia (y no existencia) Necesidad (y contingencia)
6. La deducción trascendental de las categorías. En todo objeto hay una multiplicidad de impresiones, una multiplicidad en el tiempo, que, para que haya percepción de un objeto, ha de ser retenida, recogida, reunida. Todo conocimiento es síntesis de una multiplicidad. A la facultad de realizar esta síntesis la llama Kant imaginación. Puesto que la síntesis de una multiplicidad es algo necesario para todo conocimiento, es claro que es condición a priori de la experiencia Llamar "imaginación" a la facultad de la síntesis no es contradictorio con el uso tradicional y corriente del término "imaginación". Se llama generalmente "imaginación" a la facultad de producir representaciones sensibles sin "tener delante" un objeto que les corresponda; ciertamente, la imaginación no sólo "conserva" (y, por lo tanto, "reproduce"), sino que "produce"; pero todas sus "producciones" las realiza combinando sensaciones que no produce, sino que simplemente conserva y reproduce, es decir: sensaciones que de hecho han tenido lugar antes, aunque no en la combinación en la que ahora entran; y, no sólo cuando la imaginación "produce" una imagen, sino también en toda percepción de un objeto, hay psicológicamente reproducción de sensaciones anteriores previamente "asociadas" con la actual. Una multiplicidad, para ser presente aun precisamente como multiplicidad, ha de ser "aprehendida", esto es: abarcada, lo cual quiere decir: en cierto modo "reunida". Por lo tanto, la misma intuición es en cierto modo síntesis; a la acción de la imaginación (esto es: a la síntesis) en tanto que se ejerce inmediatamente en la intuición la llama Kant "aprehensión" Esta es la síntesis de aprehensión en la intuición. 1ª Síntesis es entonces la síntesis de aprehensión. La multiplicidad necesaria de las impresiones es, pues, la multiplicidad pura del tiempo. Las impresiones han de ser recorridas en el tiempo, tanto si existe entre ellas un orden de sucesión determinado como si pueden ser recorridas en uno u otro orden (en cuyo caso se habla de "simultaneidad"). Ahora bien, no se puede decir que la multiplicidad de las impresiones es recorrida si no ocurre que cada momento es recogido, conservado y enlazado con lo que le sigue. Si atendemos al contenido empírico, lo que acabamos de formular es la facultad de reproducir las sensaciones pasadas, facultad que es absolutamente necesaria para cualquier conocimiento y que constituye lo que en sentido estricto se llama "imaginación". Es la 2ª Síntesis, la síntesis reproductiva en la imaginación. Mas la síntesis requiere todavía un tercer momento. Las impresiones quedan efectivamente enlazadas unas con otras sólo si, además de "conservar" las impresiones pasadas, ponemos algún fundamento de la unidad de ellas con las actuales, es decir: si ponemos un mismo objeto al cual se refieren unas y otras. Ya sabemos que este aspecto de la síntesis tiene lugar en el concepto. El concepto, atendiendo a su puro carácter de concepto, no a su contenido empírico, no es otra cosa que la representación de un objeto (uno y el mismo) en general. Es la 3ª Síntesis, la síntesis de reconocimiento en el concepto. La posición del objeto como objeto es lo que se expresa en la "cópula" es. ¿En qué consiste la afirmación de un objeto como objeto?, esto es: ¿qué dice exactamente la "cópula" es? La posición del objeto como objeto no es otra cosa que la posición del sujeto como sujeto, y la unidad de un objeto no es otra cosa que "la unidad de la apercepción", esto es: la unidad del "yo pienso". Es la 4ª síntesis, la síntesis que realiza la unidad trascendental de la apercepción pura o sujeto trascendental. Decir que "esto es..." no es otra cosa que poner la unidad de la apercepción en relación con ciertas representaciones; y en ello tienen lugar las categorías, que, por tal razón, se nos han manifestado como conceptos puros del entendimiento precisamente a través de la tabla de los juicios. Las categorías no son sino los diversos modos de poner la unidad de la apercepción en relación con ciertas representaciones, o, lo que es lo mismo, los diversos modos de decir "es"; son, por lo tanto, "categorías" en el mismo sentido que esta palabra tenía en Aristóteles. La interpretación según la cual Kant dice que el entendimiento recibe lo sensible, presente ya en el espacio y en el tiempo, y pone por su cuenta las categorías peca de ignorar: a) que la sensibilidad es la receptividad del conocimiento humano y el entendimiento la espontaneidad del mismo, de modo que no hay una "recepción" por la sensibilidad y luego una "recepción" por el entendimiento; b) que el nudo mismo de la "Crítica de la Razón pura" es la demostración de que las categorías están indisolublemente ligadas a la forma de la intuición, que ésta no es posible sin aquéllas ni aquéllas sin ésta, que tiene que tratarse, en el fondo, de "una sola cosa", lo cual corresponde a la noción kantiana del conocimiento humano, según la cual intuición y concepto no son ni dos modos de conocimiento ni dos niveles del conocimiento (cada uno de los cuales sea por su parte conocimiento), sino dos aspectos constitutivos del conocimiento, el cual es una sola cosa. Kant llama "Deducción trascendental de los conceptos puros del entendimiento" (o sea: "de las categorías") a la demostración de que los conceptos puros del entendimiento están esencialmente ligados a la forma misma de la intuición y, por lo tanto, de que valen para todo cuanto es intuido y sólo para lo que es intuido. Explica Kant que el término "deducción" está tomado del lenguaje jurídico, en el cual significa la fundamentación de un derecho, no de un hecho. a) La apercepción pura es, ciertamente, el "yo pienso", pero no es el conocimiento de que "yo pienso", ni es, en general, conocimiento alguno, porque no determina nada; el "yo pienso" no es propiamente una representación, sino algo que "ha de poder acompañar a todas mis representaciones"; la apercepción pura es esta posibilidad constantemente presente en la constitución misma de la Razón. El entendimiento mismo no es otra cosa que la unidad de la apercepción en cuanto puesta en relación con..., no es otra cosa que la conciencia de la síntesis por la que algo es llevado a aquella unidad. Los conceptos puros del entendimiento son las diversas maneras de poner la unidad de la apercepción en relación con representaciones a priori de unidad. Si la representación de unidad es a priori, ello ocurre porque también lo es la síntesis de la que esa representación es conciencia; y una síntesis a priori es esencialmente síntesis de una multiplicidad a priori; ahora bien, la multiplicidad a priori, la forma pura de toda multiplicidad, es el tiempo. b) La forma de la intuición, el tiempo, es la multiplicidad pura. Pero ni siquiera la multiplicidad pura es posible de otro modo que en virtud de una función de síntesis. Ahora bien, si hay una síntesis necesaria en la representación, hay una representación necesaria de unidad. En la síntesis pura -esto es: en la función pura de la imaginación- hay necesariamente a la vez una multiplicidad pura (el tiempo) y una representación pura de unidad (el concepto puro). Y ambas cosas no "al lado" de la síntesis, sino como aspectos necesarios de ella. Hay una doble forma de la experiencia (por una parte la intuición pura; por otra parte el concepto puro) sólo porque la síntesis tiene dos caras, digamos que "se dice de dos maneras". En lo que se refiere a la función trascendental de la imaginación, nos hemos atenido hasta aquí fundamentalmente al texto de la primera edición (1781) de la "Crítica de la Razón pura". Ahora bien, la "Deducción trascendental de los conceptos puros del entendimiento" fue completamente reelaborada para la segunda edición. El cambio de actitud referente a la "síntesis trascendental de la imaginación" es importante, y a él vamos a referirnos. Kant no duda de que la "Razón pura" tiene que ser algo uno; la dualidad de intuición pura y concepto puro es irreductible precisamente (y únicamente) porque no se trata de cosas que puedan yuxtaponerse, mezclarse, o derivarse la una de la otra, sino que se trata de algo uno. Pues bien, en la primera edición de la "Crítica", ese algo uno resulta caracterizado como "la imaginación pura". Lo "extraño" de esto es que se trata de un concepto radicalmente nuevo. Se trata de algo que no es ni sensible ni intelectual, sino fundamento de la oposición misma de lo intelectual a lo sensible. Kant hace, en la segunda edición de la "Crítica de la Razón pura", que, en vez de ser el concepto puro uno de los dos aspectos esenciales de la síntesis pura, sea la síntesis pura una función que el entendimiento realiza a priori en la intuición; la síntesis trascendental de la imaginación es ahora "un efecto del entendimiento en la intuición" (B 152). 7. El "esquematismo". La validez de las categorías para los objetos de la intuición significa que las intuiciones se subsumen bajo los conceptos puros del entendimiento. La subsunción de intuiciones bajo conceptos ha de fundamentarse en una concordancia. Ahora bien, tratándose de la subsunción de objetos dados en la intuición bajo conceptos puros del entendimiento, debemos preguntarnos qué fundamento hay para algo así como una concordancia entre lo uno y lo otro. El problema se agrava (pero, a la vez se precisa) si se tiene en cuenta que la subsunción de lo intuido bajo categorías ha de ser una necesidad a priori y, por lo tanto, ha de fundamentarse no en el contenido empírico de las intuiciones, sino en la forma misma del tiempo. En el caso de los conceptos empíricos, aunque no haya concordancia en cuanto a la forma (de concepto por una parte, de intuición por la otra) entre el concepto y aquello que se subsume bajo él, hay, sin embargo, una concordancia del contenido empírico; pero, tratándose de conceptos puros y de la intuición como tal (esto es: de cosas ambas en las cuales no hay ningún contenido empírico), sólo queda en pie la heterogeneidad, ante la cual parece que ni siquiera tiene sentido preguntarse por la posibilidad de la concordancia. "Es, pues, claro -dice Kant- que ha de haber un tercero, el cual ha de estar en homogeneidad, por una parte, con la categoría y, por otra parte, con el fenómeno, y que haga posible la aplicación de la primera al segundo. Esta representación mediadora ha de ser pura (sin nada empírico) y, sin embargo, ha de ser, por una parte, intelectual y, por otra parte, sensible. Una tal representación es el esquema trascendental" (A 138, B 177). En todo conocimiento hay, además de la multiplicidad de las impresiones, un determinado procedimiento sintético de la imaginación, el cual, considerado él mismo como una representación, es el esquema; ya sabemos que la representación de la regla de ese proceder como unidad que vale para una infinidad de casos posibles es el concepto. El esquema de un concepto es "la representación de un proceder general de la imaginación para proporcionar a ese concepto su imagen". El esquema es la representación de un proceder de construcción (=de síntesis). Ahora bien, la síntesis de la multiplicidad lleva siempre a una imagen; por lo tanto, el esquema no se da si no es referido a (podríamos decir: conduciendo a) una imagen; no sólo ocurre que la imagen concreta nos hace ver lo general, sino que, además, sólo vemos lo general referido a alguna de las posibles imágenes concretas. Hay una pertenencia estructural de la imagen al esquema. Kant dice que el esquema de un concepto puro del entendimiento (es decir: el esquema trascendental) es "algo que no puede ser llevado a imagen alguna". Lo generado en el esquema de un concepto puro del entendimiento ha de ser la misma forma de la sensibilidad, esto es: el tiempo. Los esquemas de las diversas categorías no son sino otros tantos aspectos de la esencia misma del tiempo, son "determinaciones trascendentales del tiempo". 8. La "Dialéctica trascendental". La tarea de la Dialéctica Trascendental de Kant era mostrar 1) que la creencia en los principios metafísicos surge de la naturaleza misma de nuestro pensar sobre cuestiones de hecho. 2) Dar una lista completa de esos principios y de las nociones a priori que están implicadas en ellos. 3) Demostrar que su pretensión de hacernos conocer cuestiones de hecho es ilegítima y finalmente. 4) Explicar su auténtica y legítima función en nuestro empeño teórico. La Razón (Vernunft) es algo totalmente distinto del Entendimiento (Verstand). El entendimiento es la facultad cuya representación es el concepto. El entendimiento es la facultad de las reglas. La Razón prescinde de la relación del concepto con la intuición y opera con ellos de modo lógico. Este modo de proceder no nos da nada nuevo. La Razón no es facultad de conocimiento. Es una facultad arquitectónica, sistemática. La misión de la Razón es remitir todo conocimiento a "principios" lo más generales posible, esto es, aquello de lo cual pueda derivarse un conocimiento por meros conceptos. Tal derivación no es su verificación o justificación. Es su inserción en un sistema racionalmente organizado de conocimientos. Tal sistema es la organización silogística de la ciencia. En una inferencia mediata o silogística, debe haber siempre dos premisas: la premisa mayor y la premisa menor. Kant distingue tres clases de inferencias silogísticas mediatas, o como también las llama: "inferencias de la razón", que son tres, a saber: aquella en la que la premisa mayor es siempre un juicio categórico, aquella en la que es un juicio hipotético y aquella en la que es un juicio disyuntivo. Kant distingue entre el axioma lógico del acuerdo silogístico y el principio fundamental de la razón pura. El axioma es una parte de la reflexión lógica y se puede formular así: Si quieres dar unidad sistemática a tus juicios disponiéndolos silogísticamente, debes encontrar para toda condición o premisa una condición o premisa ulterior, e intentar seguir haciéndolo hasta llegar a la condición última que no dependiendo ella misma de ninguna condición nueva, ha de ser incondicionada o absoluta. Es importante señalar que este útil axioma no implica que exista una condición última e incondicionada. El principio fundamental de la razón pura supone como dada completamente aquella unidad sistemática en todos los juicios de nuestro entendimiento. El principio fundamental de la razón pura conduce, de acuerdo con Kant, a los tres tipos de falacias, debidas a la suposición de la existencia de tres tipos de sucesiones completas que corresponden a las tres formas posibles de inferencia silogística. La relación de lo condicionado con la condición (relación establecida en la premisa mayor del silogismo) puede ser: o la relación del predicado con el sujeto (silogismo categórico) o la relación del efecto con la causa (silogismo hipotético) o la relación de mutua exclusión entre las partes que agotan una totalidad (silogismo disyuntivo). En consecuencia, las nociones de lo absoluto, para cada uno de los tres tipos de condicionamiento, serán: 1. La noción de la totalidad de la serie de los conceptos, que pueden subsumirse bajo otros y predicarse unos de otros, noción que es a la vez la del sujeto último, absoluto, esto es: la del propio sujeto cognoscente. Si avanzamos a lo largo de una cadena silogística desde unas premisas a otras superiores mediante silogismos categóricos, entonces el principio fundamental de la razón pura exige que lleguemos al fin "al sujeto que no es él mismo un predicado". 2. La noción de la serie completa de las causas y las causas de las causas, la cual noción es a la vez la de aquello que ya no tiene a su vez una causa, porque toda causa estaría, por definición, dentro de ello. Si el avance se realiza mediante silogismos hipotéticos, el principio exigirá un último "presupuesto que no presuponga nada más". 3. La noción de la totalidad de toda realidad (Realität, realitas), esto es: de aquello a lo cual no le pertenece este o aquel o el otro ser, sino toda realidad. Si el recorrido es elaborado con silogismos disyuntivos, el principio pedirá "un conjunto de miembros de la división disyuntiva que no exige más para perfeccionar la división de un concepto". El principio fundamental de la razón exige tres tipos de unidad absoluta e incondicionada. Se trata de las tres Ideas trascendentales: la primera contiene la unidad absoluta (incondicionada) del sujeto pensante; la segunda la unidad absoluta de la serie de condiciones del fenómeno; la tercera, la unidad absoluta de la condición de todos los objetos del pensamiento en general. El sujeto pensante es objeto de la psicología (especulativa); el conjunto de todos los fenómenos (el mundo) es objeto de la cosmología (especulativa) y lo que contiene la condición suprema de la posibilidad de cuanto puede ser pensado (del ser de los seres) es objeto de la teología. Tenemos aquí las tres Ideas de la Razón. No son conocimientos. Son sólo ideas regulativas del proceder de la Razón. "Idea" es para Kant, la representación de algo absoluto, representación que rebasa los límites de toda experiencia posible. La Razón, como "facultad de los principios", es también la "facultad de las ideas". El error consiste en que no podemos pensar nada sin hacer uso del entendimiento, esto es: sin aplicar categorías, por lo cual la Razón, inevitablemente, puesto que piensa los contenidos de esas ideas, los piensa aplicándoles categorías, aplicación que desde el punto de vista teórico es gratuita, ya que los contenidos en cuestión no pertenecen a ninguna experiencia posible. Lo que resulta de este modo de proceder es, ciertamente, una "apariencia", pero es una apariencia necesaria en virtud de la propia naturaleza de nuestro conocimiento, es lo que Kant llama "apariencia trascendental". Al proceder por el cual la Razón pone conceptos puros del entendimiento como predicados de Ideas lo llama Kant "conclusión dialéctica". La tarea preventiva de Kant contra el Schein trascendental es emprendida por Kant en tres frentes: psicología, cosmología y teología. La psicología racional conduce a paralogismos. La cosmología racional a las antinomias y la teología racional tiene un contenido que se revela falaz. 9. Los paralogismos de la psicología racional. "La ilusión lógica, consistente en la mera imitación de la forma de la razón (ilusión de los sofismas), se debe exclusivamente a la falta de atención a la regla." A 296/B 353. A esta ilusión lógica la mente es conducida por el uso de silogismos carentes de premisas empíricas. "Teniendo e cuenta su resultado, tales silogismos son sofismas, más que inferencias de la razón [...]. Los sofismas de la razón misma, no de los hombres. Ni el más sabio de éstos puede librarse de ellos." A 339/B 397. Las tres clases de inferencias a que es conducida la razón: paralogismos, antinomias e ideal de la razón pura. Paralogismos de la razón pura (El paralogismo lógico es la incorrección del silogismo desde el punto de vista de su forma sea cual sea su contenido). 1° El alma es sustancia [Se hace pasar por conocimiento del sujeto real de la inherencia lo que es el sujeto lógico permanente del pensar.] 2° El alma es simple [La simplicidad de la conciencia no constituye un conocimiento de la simplicidad de nuestro sujeto.] 3° El alma es persona [La entidad de mi conciencia en distintos tiempos, no demuestra la identidad numérica de mi sujeto.] 4° Idealidad de los fenómenos externos [Se confunden los modos de representación de los objetos (desconocemos lo que sean en sí mismos) con las cosas mismas. 10. Las antinomias de la cosmología racional. "Si las inferencias sofísticas de los paralogismos se hacían en correspondencia con los silogismos categóricos, las de las antinomias se hacen en analogía con los hipotéticos. Así pues, al igual que los paralogismos de la razón pura sentaban las bases de una psicología dialéctica, del mismo modo nos ofrecerá la antinomia de la razón pura los principios trascendentales de una supuesta cosmología pura (racional)" A/408, B/435. 1ª Antinomia. Tesis. El mundo tiene un comienzo en el tiempo, y con respecto al espacio está igualmente encerrado entre límites. [El concepto mismo de totalidad es, en este caso, la representación de una síntesis completa en las partes, completud que es imposible.] Antítesis. El mundo no tiene comienzo, así como tampoco límie en el espacio. Es infinito tanto con respecto del tiempo como del espacio. [El mundus intelligibilis es un concepto universal sin intuición, del que no se pueden hacer proposiciones sintéticas.] 2ª Antinomia. Tesis. Toda sustancia compuesta consta de partes simples y ni existe más que lo simple o lo compuesto de lo simple en el mundo. [Hemos hecho una inferencia a partir de lo compuesto, pero ésta sólo tiene valor cuando se hace a partir de cosas que existen por sí mismas.] Antítesis. Ninguna cosa compuesta consta de partes simples y no existe nada simple en el mundo. [Ninguna cosa compuesta está en ningún momento dividida en un número infinito de partes. Un número infinito no es en absoluto un número] 3ª Antinomia. Tesis. La causalidad según leyes de la naturaleza no es la única de las que pueden derivar los fenómenos del mundo. Para explicar éstos nos hace falta otra causalidad por libertad. [Debe hallarse un comienzo con respecto a la cualidad para que la experiencia sea posible.] Antítesis. No hay libertad. Todo sucede en el mundo y se desarrolla exclusivamente según leyes de la naturaleza. [Esta antítesis reposa en una mera ilusión, puesto que naturaleza y causalidad por libertad no son incompatibles.] 4ª Antinomia. Tesis. Al mundo le pertenece algo que, sea en cuanto parte suya, sea en cuanto causa suya, constituye un ser absolutamente necesario. [En el mundo fenoménico toda existencia es empíricamente condicionada.] Antítesis. No existe en el mundo ningún ser absolutamente necesario, como tampoco existe fuera de él en cuanto causa. [El hecho de que lo inteligible no nos sirva para explicar los fenómenos, no es base suficiente para declararlo imposible.] La negatividad de estas indagaciones queda paliada por el mismo Kant al decirnos en la "Doctrina trascendental del método": "Es humillante para la razón que no consiga nada en su uso puro y que necesite incluso de una disciplina que refrene sus extravagancias y evite las ilusiones consiguientes a las mismas". La absoluta inevitabilidad de las antinomias proviene del carácter necesariamente totalizador de la razón humana. Las antinomias son presentadas en forma de tesis y antítesis y vienen a plasmar la totalidad absoluta de discursos posibles sobre los últimos fundamentos del universo. Constituyen pues, el más alto grado de abstracción filosófica. Es interesante observar cuales son los plantamientos subyacentes a cada una de las series antinómicas. Kant habla de las tesis como resumen del dogmatismo. Son espiritualistas, monistas. Se trata de la metafísica, del idealismo. Las antítesis empiristas (materialistas) llevan el título de "postulados metodológicos de la ciencia". El idealismo crítico exige la toma de postura favorable a las antítesis empiristas. La verdadera fundamentación de la elección entre unas y otras reside en la praxis. He aquí lo que implica el idealismo: un cierto interés práctico en el sentido de ofrecer una imagen del universo con la cual "un hombre bienintencionado, cuando comprende su auténtica conveniencia, participa de todo corazón (woran jeder Wohlgesinnter, wenn er sich auf seinen wahren Vorteil versteht, herzlich Teil nimmt), aceptando, por consiguiente, todas las determinaciones conceptuales presentes en él, determinaciones que son otras tantas "piedras angulares de la moral y la religión" (Grundsteine der Moral und Religion); en segundo lugar, un interés propiamente especulativo por el cual se puede concebir "completamente a priori la serie completa de las condiciones (die ganze Kette der Bedingungen)", y en tercer lugar "la ventaja de la popularidad" en la medida en que "el entendimiento común no halla la menor dificultad en la idea de un origen incondicionado de toda síntesis (der gemeine Verstand findet in den Ideen des unbedingtes Anfangs aller Syntesis nicht die mindeste Schwierigkeit)" Estos son, muy brevemente transcritos, los fundamentos extracientíficos que hacen posible la adhesión humana al modelo idealista. "Por lo que se refiere al empirismo en relación a las ideas cosmológicas, no se encuentra aquí ningún interés práctico en función de los principios de la razón pura como se hallan en la religión y la moral (findet sich kein solches praktisches Interesse, als Moral und Religion bei sich führen)". Mediante el modelo materialista, "el entendimiento se halla siempre en su terreno propio (auf seinem eigentümlichen Boden), es decir, en el ámbito de la pura experiencia posible, cuyas leyes puede investigar y mediante las cuales se puede desarrollar hasta el infinito con sus nociones seguras y comprensibles (und vermittelst derselben er seine sichere und fassliche Erkenntnis ohne Ende erweitern kann)". La decisión por el modelo materialista se fundamenta en última instancia en un acto de voluntad. Ambos modelos, idealista y materialista, pueden ser idénticos en cuanto a su forma -productos de una determinada voluntad- pero radicalmente distintos por lo que se refiere al contenido. No puede ser lo mismo querer establecer un método científico con pretensión de validez objetiva que querer adecuar tal método a las concepciones ilusorias que el hombre tiene de sí mismo, ni puede ser igual querer anular la subjetividad que querer salvarla a toda costa. En el materialismo la voluntad juega el papel de origen; en el idealismo, el papel de fundamento. El idealismo es exterior a la ciencia. Ello queda puesto de manifiesto en el texto de Kant de la Kritik en el que hablando del sujeto idealista, afirma Kant: "Puede, desde luego, especular sin límite, ya que divaga solamente mediante ideas puras (weil er unter lauter Ideen herumwandelt) sobre las cuales es tanto más locuaz cuanto más ignorante, en vez de hacer lo que debería: callarse cuando se trata de la investigación sobre la naturaleza y confesar su ignorancia (über der Nachforschung der Natur ganz verstummen und seine Unwissenheit gestehen). Los únicos fundamentos de su actitud son la comodidad y la vanidad (Gemächlichkeit und Eitelkeit)" Pero esto no es todo. Kant, tras señalar que el error del idealista es anular el interés teórico de la razón en nombre de su interés práctico (lo cual da lugar al más miope de los pragmatismos) subraya que el idealista "cree comprender y saber lo que sus temores y esperanzas le empujan a aceptar o creer (er bildet sich ein, das einzusehen und zu wissen, was anzunehmen, oder zu glauben, ihn seine Besorgnisse oder Hoffnungen antreiben)" Difícilmente podemos encontrar textos más tajantemente antiidealistas como el que acabamos de transcribir. Aquí reside, en nuestra opinión, la clave de la crítica trascendental kantiana al idealismo espiritualista: en el fondo los fundamentos prácticos de los que parte no sólo son exteriores y extraños a la ciencia, sino también adormecedores y esclavizantes por lo que respecta a la ética. En efecto, anular el ser y sustituirlo por el deber ser plasmado en la forma de un falso ser o de un ser en devenir (teleología) implica la destrucción no sólo del conocimiento, sino también de toda acción ética, es decir, liberadora. Es doble el reproche kantiano al idealismo: no sólo es ignorante, sino también -y esto es aún más grave- inmoral. La cosmología racional produce antinomias. Antinomia es la pareja de proposiciones aparentemente contradictorias, que se siguen del mismo grupo de supuestos. Una antinomia se resuelve o bien revelando que las proposiciones aparentemente contradictorias lo son en realidad y se derivan de un supuesto determinado intrínsecamente ilógico, o bien descubriendo que tales proposiciones no son, de hecho, contradictorias, sino, por el contrario, mutuamente compatibles. La antinomia, cuyo origen está oculto, es particularmente inoportuna y molesta. Mientras otras falacias encubren el engaño de nuestro razonamiento y nos dejan una cierta tranquilidad mental -si bien inmerecida-, las antinomias cuyo origen se oculta constantemente nos están recordando nuestra deficiencia como pensadores. Tal es el caso de las antinomias cosmológicas, que poseen el grado más elevado de capacidad saludable para despertar a la filosofía de su sueño dogmático y llevarla a la compleja tarea de la crítica de la razón misma. Las antinomias cosmológicas corresponden a cuatro aspectos fundamentales del mundo. La particularidad aneja al Schein en este dominio consiste en que en los cuatro casos citados, podemos demostrar, con igual evidencia, propiedades exactamente opuestas sin que nos sea posible decidir cuáles son verdaderas y cuáles son falsas. 11. Las ilusiones de la teología racional. El objeto de la teología racional, Dios, es concebido como un ser individual portador de todas las perfecciones posibles. Dado que la noción de Dios implica no sólo la consumación de un conjunto infinito de predicados, sino también de la individualidad y, naturalmente, la personalidad, Kant le llama no sólo una "idea", sino también un "ideal". A diferencia de la noción de un ideal como resultado de una combinación imaginativa de conceptos empíricos, y puesto que la noción de Dios no contiene elemento empírico alguno, Kant le llama el ideal de la razón pura o el ideal trascendental. El argumento ontológico. pretende deducir desde lo que es concebible la existencia; desde la afirmación de que un ser perfecto puede concebirse a la afirmación de que existe. El argumento es concebido como una reductio ad absurdum. Si existiera -dice- un ser perfecto que no existe, existiría entonces un ser todavía más perfecto. Existiría uno que junto a todas las perfecciones del primero tendría, además, otra perfección -el predicado de la existencia-, Así pues, un ser perfecto que no existe es una contradicción. La objeción de Kant afirma que la existencia no es un predicado real. Sea cual sea la extensión de un concepto de un objeto, es necesario salir fuera de este concepto, para atribuir al objeto su existencia. La existencia no forma parte integrante del concepto de ningún objeto. La existencia es un predicado sintético, no analítico. La existencia no es un predicado real. Las premisas del argumento ontológico establecen el hecho de que somos capaces de definir la noción de un ser supremo. La definición, como toda aseveración, es formulada mediante una aseveración analítica. Ninguna aseveración analítica implica lógicamente otra sintética. Sin embargo, la conclusión del argumento es sintética. El argumento cosmológico. tiene como premisas la aseveración sintética de que existe algo, es decir, yo mismo existo. Concluye -en una aseveración igualmente sintética- que existe un ser absolutamente necesario. El más importante defecto lógico es el supuesto, que desde su punto de vista es la raíz de todos los errores de la metafísica, de que una sucesión ilimitada (entiéndase una sucesión de causas) puede completarse en la experiencia. Es evidente que el argumento cosmológico no prueba por él mismo la existencia de Dios y que, como mucho, probaría la existencia de un ser absolutamente necesario. El argumento físico-teleológico. tiene como premisas una experiencia específica, es decir, la de la planificación aparente. "En donde quiera que veamos una cadena de efectos y causas, de fines y medios, regularidad en la manera en que las cosas llegan a ser y dejan de ser", es muy comprensible que nos sintamos inclinados a concluir que debe haber un creador, o, por lo menos, un constructor del mundo. Sin embargo, puede suponerse que una serie ilimitada de fines y medios se completa en la experiencia con tan poca seguridad como una serie ilimitada de causas y efectos. De cualquier forma, ni el argumento de la planificación ni el argumento cosmológico pueden probar la existencia del ens realissimum; puesto que el primero probaría, si puede, como mucho, un constructor del mundo, y el segundo, como mucho, un ser absolutamente necesario. 12. El uso legítimo de las ideas de la razón pura. Las ideas de la razón tienen en el ámbito del pensamiento teórico "un uso regulativo necesario, ineludible y excelente para dirigir al entendimiento hacia un objetivo determinado...que cumple la finalidad de dar la mayor unidad, y al mismo tiempo, la mayor extensión." Las Ideas de la Razón Pura desempeñan un papel eminentemente positivo en el conjunto del conocimiento humano. Las ideas de la razón figuran en el conocimiento científico, objetivo como normas para interpretar la experiencia. Funcionan como hipótesis trascendentales que nos permiten sistematizar la experiencia y conducirla a la unidad.
EL USO PRÁCTICO DE LA RAZÓN. 1. Introducción. Hay un uso práctico de la razón pura. Este uso práctico es naturalmente absoluto. Es absolutamente necesario y en él se ve la razón obligada a ir más allá de los límites de la sensibilidad. La razón pura es moral porque posee la ley y ésta confiere absoluta validez al bien moral con independencia de la actividad humana. Ser moral consiste en representarse la ley en sí misma y hacer de esta representación el principio determinante de su voluntad. Esta ley es universal y a priori, no puede deducirse de la experiencia, siendo la existencia de la libertad lo que posibilita tal valor. La razón no puede tener límites fuera de sí misma, a la vez que la voluntad no puede estar determinada por las leyes naturales. La moral fijará los límites o las condiciones en que debe darse la moral como auténtico conocimiento práctico. La razón va a descalificar toda moral heterónoma. En lo práctico, la razón tiene que ver con el sujeto. Este sujeto está dotado de una voluntad que puede ser determinada por la razón y por la sensibilidad. Si cualquiera de las dos pudiera determinar absolutamente tal voluntad, estaríamos ante seres racionales puros o ante seres totalmente instintivos, determinados. El sujeto moral kantiano, es el hombre concreto, finito, cuya voluntad puede ser determinada por toda una serie de motivos y que tiene libertad para moverse en función de lo querido o deseado. Por exigencia de universalidad, la ley moral que mueve a este sujeto, ha de situarse en el reino del "deber ser" y no en el del "ser". "La regla práctica es en todo momento producto de la razón porque prescribe la acción como medio para la realización de un pronóstico. Para un ente empero en quien la razón no sea totalmente el único motivo determinante de la voluntad, esta regla es un imperativo, es decir, una regla que se designa por un deber-ser que expresa la obligación objetiva de la acción, y significa que si la razón determinara totalmente la voluntad, la acción tendría que suceder intelectualmente según esa regla" Prólogo de la Crítica de la Razón Práctica. 2. El deber, las máximas de la acción y la ley moral. "Es imposible concebir alguna cosa en el mundo o fuera de él que pueda considerarse como buena sin ninguna otra calificación, exceptuándose sólo una buena voluntad". (Fundamentación de la metafísica de las costumbres). Querer no es desear. Es decidirse en el transcurso de una acción. Según Kant, tal decisión es moralmente buena solamente si se realiza por mor de cumplir el deber de uno. Esto se justifica mediante la distinción entre deber y virtud. Virtud es la disposición firmemente arraigada a cumplir el deber de uno. Y, ¿cuál es el deber de uno? Distinguimos con frecuencia las acciones que concuerdan externamente con el deber (pflichtmässige Handlungen) de las acciones hechas por mor del deber o desde el deber mismo (Handlungen aus Pflicht). Según Kant, el valor moral de las acciones radica "en la máxima de acuerdo con la que se han decidido". "Una máxima es el principio subjetivo de la acción..." es decir, "el principio de acuerdo con el que él debe actuar". Es posible, por supuesto, que la máxima del agente pueda conformarse con la ley moral, así como también que su máxima o máximas sean incompatibles con ella. Es imposible, sólo por considerar una acción en sí misma, determinar la máxima de acuerdo con la que ha sido realizada. La misma acción podrá violar o estar de acuerdo con muchas máximas. "En el mundo natural todo actúa de acuerdo con leyes. Sólo un ser racional es capaz de actuar de acuerdo con la presencia (Vorstellung) de unas leyes, es decir, de acuerdo con unos principios..." Sólo un ser capaz de adoptar máximas podrá ser moral o inmoral. Una máxima es moral si concuerda con la ley moral y si las motivaciones del agente moral son el mero respeto a la ley moral. La moralidad de una acción no radica en los deseos o intención del agente o en sus consecuencias. La moralidad de una acción, concluye Kant, no es, en consecuencia, sino su "conformidad con la ley en general" (die allgemeine Gesetzmässigkeit der Handlungen überhaupt). Mi acción es moral, explica Kant, si y sólo si puedo determinar también que mi máxima llegue a ser una ley universal. Este principio no es una máxima. Es una prueba aplicable sin ambigüedad alguna, a toda máxima. Toda acción cumple o viola las máximas de su sujeto, y las máximas mismas cumplen o violan el principio moral. El principio formal de la moralidad divide todas las máximas, y por lo tanto todas las acciones basadas en ellas, en aquellas que son morales y en las que no lo son. Podemos imaginar un ser constituido de tal forma que siempre le sea posible actuar dentro de las máximas morales y que nunca se encuentre sujeto a una inclinación hacia acciones que no estén basadas en aquéllas. Tal ser constituiría lo que Kant llama "santo" y tendría una voluntad santa. El hombre no puede alcanzar ese ideal. Siempre se sentirá inclinado hacia las acciones incorrectas, por lo menos a veces, y encontrará entonces el conflicto entre el deseo y el deber. Tratará de imponerse a sí mismo, con éxito o sin él, máximas que concuerden con el imperativo formal de la moralidad. Las normas impuestas son imperativos. El hombre, a diferencia de los seres santos, entenderá el principio formal de moralidad como un imperativo. El imperativo del deber, lo que nos ordena cumplir nuestro deber y cumplirlo por mor del deber, depende, como pronto veremos, de una acción. No nos dice "cumple con tu deber si esto o aquello o a menos que eso...". Es categórico. 3. El imperativo categórico como prueba de la moralidad. Este imperativo admite una diversidad de formulaciones. La primera es "actúa sólo conla máxima que quieres que sea al mismo tiempo una ley universal". También puede formularse de la siguiente manera: "actúa como si la máxima de tu acción llegara a ser, mediante tu voluntad, una ley universal de la naturaleza". La aplicación del imperativo categórico a las máximas nos permite trazar una distinción absoluta entre las que son morales y las que no lo son. Exige Kant que debe probarse una conexión entre el concepto de "un ser racional en general" y la adopción del imperativo categórico hecha por ese ser. Exige, además, que debe probarse que esa conexión es sintética. Debe probarse, además, que la conexión es a priori. Se trata de probar que todo ser racional debe estar sometido al imperativo categórico. Además, debemos probar que nuestra conexión sintética a priori es una clase especial, la del principio sintético a priori práctico, es decir, una clase que pueda determinar nuestra voluntad independientemente de nuestros deseos e incluso en oposición a ellos. Una voluntad sometida al imperativo categórico, obedézcalo o no, no es necesariamente una voluntad racional humana. La voluntad de cualquier ser racional está así sometida. ¿Cómo puede el imperativo categórico determinar la voluntad? Esta dificultad, afirma Kant, puede superarse. "Suponiendo que exista algo cuya existencia tenga en sí misma valor objetivo, es decir, algo que como un fin en sí mismo pudiera ser la base de determinadas leyes, entonces en ese algo, y sólo en él se hallaría la base de un imperativo categórico o, lo que es lo mismo, de una ley práctica." En otras palabras, si puede mostrarse que existe un fin en sí mismo o un fin independiente de cualquier tipo de deseo, entonces debería ser obligatoria a toda voluntad racional la ley prescrita para la consecución de este fin. En este sentido introduce Kant un postulado: "El hombre como todo ser racional existe como fin en sí mismo, no solamente como medio para el uso arbitrario de esta o aquella voluntad, sino que debe considerarse en todas sus acciones...al mismo tiempo como un fin." Para la justificación del postulado va a ser necesario en último término salir fuera de los límites de la experiencia moral y hacer uso de algunos resultados conseguidos en la Crítica de la Razón Pura. Cuando Kant dice que el hombre, o todo ser racional, es un fin en sí mismo (un fin absoluto) quiere decir que, en cierto sentido el hombre queda fuera de toda cadena causal y, por lo tanto, fuera de toda jerarquía de medios y fines. El hombre es un ser racional, una persona, un fin en sí mismo. 4. La autonomía de la voluntad. Podemos decir entonces: "actúa de forma tal que nunca consideres a la humanidad, tanto a tu propia persona como a la de los demás, sólo como un medio sino siempre y por igual como un fin". Los seres racionales no sólo están sometidos al imperativo categórico, sino que son también sus creadores. Todo ser racional no sólo está sometido a la ley moral, sino que también es legislador. Llegamos así a la "idea de la voluntad de todo ser racional como una voluntad universalmente legisladora". Kant califica de heteronomía la suposición de que es la voluntad de un ser racional la que está sometida a leyes o principios morales y no el resultado de su propia legislación en cuanto voluntad racional. El hombre es un fin en sí mismo, es moralmente libre. El imperativo categórico implica que somos libres. La libertad moral es una idea de la razón pura, un noúmeno y, por lo tanto, incognoscible. 5. Los postulados de la razón práctica. La sujección del hombre a la ley moral autoimpuesta, que puede obedecer o violar, implica el supuesto de que el hombre es moralmente libre. Tal supuesto es uno de los tres postulados de la razón práctica. "Estos postulados no son dogmas teóricos, sino presupuestos que tienen necesariamente sólo valor práctico. Consecuentemente no amplían el conocimiento especulativo (teórico), sino que dan a las ideas de la razón práctica en general realidad objetiva (por su relación con lo práctico)..." CRPr. Los postulados de la razón práctica determinan que las ideas de Dios, libertad e inmortalidad tienen "objetos", pero son objetos fenoménicos cuya existencia es garantizada sólo por la aprehensión de la ley moral. Los tres postulados de la razón práctica son los siguientes: 1. El hombre es libre. 2. Dios existe. 3. El hombre es inmortal. He aquí el argumento por el que Kant intenta establecer la conexión entre el imperativo categórico y el postulado de la inmortalidad del hombre: "La adecuación completa de la voluntad con la ley moral es la santidad, una perfección que ningún ser racional es capaz de lograr en ningún momento de su existencia. Dado, sin embargo, que se requiere como algo prácticamente necesario, puede hallarse solamente en un progressus que se sigue hasta la infinitud...Sin embargo, este progreso infinito es posible sólo si suponemos una existencia infinitamente última del mismo ser racional (la cual es llamada la inmortalidad del alma)" La idea de Dios no tiene objetividad teórica. La tesis se sigue de forma inconfundible de la posición del idealismo trascendental. Cuando Kant califica de postulado de la razón práctica a la tesis de que "Dios existe", está implicando que la ley moral le da objetividad práctica. El argumento ético de la existencia de Dios hace uso de la concepción del sumo bien que implica la moralidad completa y "la felicidad que es igual que aquella". Como seres morales debemos exigir no sólo una situación ideal en la que todos los seres racionales sean santos, sino también otra en la que sus estados anímicos se caractericen por la intensidad y clase de felicidad que merezcan. Lo que debe ser, debe ser posible, pues toda obligación moral implica la libertad (moral) de realizarlo. "Debemos tratar de promover el sumo bien (que, por lo tanto, ha de ser posible). En consecuencia, debemos postular la existencia de una causa de la naturaleza toda, que sea distinta de la naturaleza y que contenga el fundamento...de la proporcionalidad exacta de la felicidad y la moralidad." CRPr. Kant muestra que Dios, el ideal de la razón pura es esa causa. Su argumento consiste en que el bien supremo no es realizable si Dios no existe...Dado que como él mismo insiste, la posibilidad de realizar el sumo bien implica la posibilidad de que el hombre logre la santidad, el argumento ético de la existencia de Dios está ligado al argumento de la inmortalidad del hombre.
|