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Valores
 


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Con las teorías y doctrinas sobre los valores, se tratan de sistematizar operaciones, fenómenos y campos conceptuales que van de los fenómenos “estimativos”, los campos climacológicos, los criterios evaluativos, los fenómenos sacros, las diferencias de precio, los premios y castigos, y otros muchos aspectos de la vida humana que encontraron en la idea de valor un criterio para la coordinación de sus semejanzas y sus diferencias. El estatuto de la idea de valor se levantó como un campo ajeno a la ontología, “los seres son, los valores valen”, y ajeno, o superior, a la gnoseología, incorporando la cuestión de la verdad, los valores lógicos. Uno de sus precursores, Hermann Lotze, entendió las “esencias platónicas” (la verdad, el bien, la belleza, la justicia, &c.) en términos de un “mundo”, no ya de ideas inteligibles, sino de “valores”, de polos que estructuran las cosas o bienes en que se realizan.

Las teorías de los valores, que W. Urban llamará “Axiología”, en analogía a lo que en “epistemología” estudiaba los criterios de validez de los objetos y procesos de conocimiento, se desarrollan con Windelband y Rickert al vincularlos a problemas sobre las ciencias humanas, en concreto las que se refieren a valoraciones, y que como dirá Max Weber, pueden seguir siendo ciencias estrictas en la medida en que “referirse” a valores (avalorar), no es valorar subjetivamente. De modo que la neutralidad valorativa del historiador o del sociólogo les permitía ser objetivos en sus estudios. Así, se suceden las polémicas en torno a la causa de la atribución de valor. Ehrenfels y Meinong discutirán sobre si el valor se atribuye a algo porque lo deseamos o si al contrario, lo deseamos porque tiene valor. La filosofía de los valores prolifera a principios del siglo XX con Max Scheler (El formalismo en la ética y la ética material de los valores), Hartmann (Ética), Hildebrand, Heyde, Müller-Freienfels, Dewey o, en España, Ortega, generando toda una corriente filosófica sobre la categoricidad de los valores, su polaridad, las jerarquías o tablas de valores, su relación o su independencia de los bienes y de los sujetos, &c.

Ahora bien, la idea de valor, más ejercitada que representada, viene del “valeo” latino, donde se funden la dignidad (el “axio” griego) y la “hombría” o valor del guerrero (la “andreia”). Su uso teórico o doctrinal se generaliza en la ordenación de elementos constitutivos de estructuras climacológicas, como puede ser el de un bien económico (el valor de un bien) o lingüístico (el valor funcional de una desinencia). En las lenguas romances, sobre todo a partir del siglo XVI vemos el uso del término en múltiples categorías; por ejemplo, en tiempos de los reyes católicos se discute si el valor económico de una moneda es intrínseco o extrínseco; o en problemas sobre el fundamento de los valores, por ejemplo, San Ambrosio de Montesinos, cuando se refiere a la fuente del valor como “valor de los valores” en un villancico: “Hoy es nacida en Belén, la paz de los pecadores, el hijo de Dios muy alto, rey de emperadores, heredero de los cielos y valor de los valores”. Un uso de la idea de valor que alcanza a autores como Kant cuando habla del valor absoluto de la persona frente al valor relativo de los bienes.

Desde la idea de dialéctica, suponemos que el desarrollo de la “axiología” se produce como reacción de la teología y la filosofía alemana al auge del marxismo. Las doctrinas de los valores serían el modo de contrarrestar o invertir la concepción materialista del mundo, al anegar la especie (el valor de cambio marxista) en el género (las tablas de valores), de modo que los valores económicos pierdan el rango de valores superiores en las sociedades modernas (capitalistas) frente a los valores éticos, los valores religiosos, los valores estéticos o los valores humanos. Las consecuencias en el terreno educativo, normativo o jurídico han sido importantísimas. La referencia a los valores es común en multitud de legislaciones y normativas, sustituyendo a ideas del calado de “fundamentos”, “principios”, “ideales”, &c., aunque sus promotores no sepan muy bien a qué se refieren (caso de Peces-Barba y el partido socialista al promover la inclusión del enunciado “valores superiores” en el artículo 1.1 de la Constitución española de 1978: “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”).

Desde el materialismo filosófico, hay que negar la tesis de la neutralidad valorativa en las ciencias “humanas” (sociología, historia, derecho, estética, política, &c.), pues el sujeto gnoseológico (el científico) está en continuidad (“valorativa”) con el sujeto agente (el “actor” social). De modo que los valores no son independientes de las valoraciones, ni de los bienes valorados (positiva o negativamente), ni de otras categorías, pero tampoco son el resultado de valoraciones subjetivas o de “puestas en valor” concretas o autónomas. Desde la idea de valores de una función podemos entender el “valor” como el resultado causal de las operaciones de los sujetos sobre esquemas materiales de identidad, en este caso un bien o una institución, cuando entra en conflicto dialéctico con otras. Una teoría institucional de los valores nos permite contrarrestar la idea de valores absolutos (religiosos, estéticos, vitales, económicos, &c.), o “intrínsecos” a los bienes e independientes de los sujetos, así como contrarrestar la idea del relativismo social, cultural, histórico o subjetivo de los valores. Los valores son una característica de la racionalidad y el conflicto institucional que obliga a tomar posición sobre unos bienes frente a otros en todo momento. Las crisis de valores son crisis institucionales, de modo que no cabe postular un “reino o mundo de los valores”, o una jerarquía donde una categoría tenga asegurada su preeminencia, ya sean valores religiosos postulados como fuente del resto de valores, o de valores estéticos como vía hacia la trascendencia, o de algún bien como fundamento de los valores, ya sea el Dios de las religiones terciarias, la metafísica voluntad de poder o la persona humana de los Derechos Humanos: “Las concepciones metafísicas, –dice Gustavo Bueno– tan abundantes, de los teóricos de los valores, podrían considerarse vinculadas a procesos de sustantivación, cosificación o identificación de los valores con bienes exentos, y, sobre todo, con algún bien considerado supremo (como Dios)” (Gustavo Bueno, “Cuatro modos de conceptualizar las ‘crisis institucionales’ (o ‘crisis de valores’): anarquía, anomia, oligarquía y poliarquía’, El Catoblepas, 2010, 104:2).

Las categorizaciones de valores y sus fluctuaciones expresan de modo inmejorable la dialéctica constitutiva de la praxis humana, donde los mejores contendientes presentan el arco de racionalidad de sus armas en la symploke de un mundo en marcha.

Luis Carlos Martín Jiménez

→ Luis Carlos Martín Jiménez, El valor de la Axiología. Crítica a la Idea de Valor y a las teorías y doctrinas de los Valores (Pentalfa, Oviedo 2014)
→ Gustavo Bueno, “Cuatro modos de conceptualizar las ‘crisis institucionales’ (o ‘crisis de valores’)” (El Catoblepas, 2010)
→ “Educación en valores” (Rótulos).