Carlos Marx (1818-1883)
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1. Carlos Marx nació en la ciudad de Tréveris, en 1818, en el seno de una familia burguesa de origen judío. En 1835, tras finalizar sus estudios secundarios, inicia Derecho en la Universidad de Bonn, aunque más tarde, en 1836, continuaría sus estudios en la Universidad de Berlín. Durante su estancia en Berlín, entabló relaciones con el llamado grupo de los “jóvenes hegelianos” (Rutemberg, Köppen y los hermanos Bauer). Simultáneamente, en este periodo berlinés, Marx se entrega sin descanso a la lectura de clásicos como Tácito, Ovidio o Lucrecio, pero también autores como Lessing Winckelmann, Leibniz, Heine, o Feuerbach. En 1841, se doctora con la tesis Diferencias entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y de Epicuro. Parecía que su destino estaba encauzado, pero a raíz de la expulsión de Bruno Bauer de su cátedra de la Universidad de Bonn, por sus ideas radicales, Marx entiende que la vía académica le quedaba cerrada también a él. En 1842, vemos ya a Marx ocupando el cargo de jefe de redacción del Rheinische Zeitung de Colonia, diario que abandona, en 1843, ante las dificultades con la censura prusiana. Precisamente en 1843, Marx contrae matrimonio con Jenny von Westphalen, hija del barón de Westphalen, amigo de la familia, y con quien ya se había comprometido en secreto. Por esta época emigra a París, donde conoció a Blanc, Prudhon y Bakunin y donde comenzó una amistad con Friedrich Engels que duraría hasta el final de sus días. En 1845, tras haber sido expulsado de París, como revolucionario peligroso, a petición del gobierno prusiano, Marx se instala en Bruselas, llegando a formar parte de la Liga de los Comunistas, para la que redactó el manifiesto que se publicaría en 1848 con el título de El Manifiesto comunista. Este mismo año, es expulsado de Bélgica, por lo que vuelve a París, desarrollando una intensa actividad revolucionaria que le lleva a Colonia de donde, de nuevo, es expulsado en 1849. Finalmente, Marx acabará estableciéndose en Londres, habiendo sido prohibida su vuelta a París por el gobierno francés. En Londres, Marx conjuga la actividad revolucionaria (participación en la Asociación Internacional de Trabajadores) con la colaboración en el New York Daily Tribune y la redacción, entre otras, de la que se considera su principal obra, El Capital. En 1883, dos meses después de su hija Jenny, fallece Carlos Marx a los 64 años de edad.
2. La producción filosófica de Marx estuvo siempre orientada desde una perspectiva pragmática como crítica del contexto político, social, técnico e ideológico en el que estaba inmerso. Entre sus escritos, comenzando por la ya citada tesis doctoral, hay que destacar: Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, redactada en 1843; Manuscritos económico-filosóficos, de 1844; en 1845, en colaboración con Engels, escribe La sagrada familia, La ideología alemana y las Tesis sobre Feuerbach; en los años siguientes, se irán produciendo La miseria de la filosofía (1847), El manifiesto comunista (1848), La lucha de clases en Francia (1850), El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852), Grundrisse o Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (1857-1858) y la Contribución a la crítica de la economía política (1859); en 1863, comienza la redacción de El Capital cuyo primer volumen lo concluye en 1867; paralelamente, Marx irá redactando La guerra civil en Francia (1871) y la Crítica al programa de Gotha (1875).
Es conocida la caracterización del marxismo que Lenin propuso en su opúsculo de 1913, Las tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo: «El marxismo es el sucesor natural de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés»; sin embargo, parece claro que esta no era la forma más ajustada, por simple y confusa, de entender un sistema filosófico y, sobre todo, porque las virtudes del marxismo son asociadas por Lenin a “una concepción monolítica del mundo”. Además, malgré Althusser, que el marxismo se pueda entender como categoría científica no compadecería con su naturaleza filosófica. Desde luego, Marx había tenido un gran interés por los saberes científico-naturales amén de por las ciencias sociales, pero entonces las cosas hay que explicarlas de otra manera. El marxismo debe entenderse como una reflexión de segundo grado, una filosofía enfrentada a otras alternativas filosóficas, es decir, implantada políticamente, en la estela de la academia platónica.
En un primer momento, contra Hegel, estaba la denuncia de la naturaleza abstracta del Estado, en defensa de la sociedad civil como verdadero fundamento de la democracia: era necesario la supresión de la propiedad privada. Pero, sobre todo, Marx aparecía como un brillante crítico de la religión desplegando un estilo hegeliano pletórico de quiasmos que revelaba la potencia dialéctica de su novedosa reflexión: la crítica del cielo se convierte en crítica de la tierra.
A partir de aquí, la madurez del pensamiento marxiano va tomando cuerpo. El hombre será interpretado no en cuanto que autoconciencia, ni como esencia natural, sino como una realidad histórica productora de un mundo objetivo; consecuentemente, la apropiación privada se evidenciaba como una contradicción que exigía una praxis transformadora del estado de enajenación que lo encadenaba. Pero no se puede transformar la realidad queriendo cambiar las ideas; la conciencia es expresión del ser social y sólo transformando la base se podrán cambiar las condiciones de existencia y con ella las superestructuras. La ideología alemana había puesto las cosas cabeza abajo por lo que era necesario ponerlas sobre los pies. Estas tesis permiten dar cuenta de forma efectiva del modo de producción capitalista y del movimiento de la historia. Las relaciones de producción habían convertido la historia en una lucha de clases que había desembocado, con el capitalismo, en el antagonismo entre la burguesía y el proletariado. Solo con el triunfo del proletariado –entendido como clase universal– frente a la burguesía, que se parapetaba tras la coartada del Estado, sería posible devolver al hombre al verdadero estado de libertad constituido por la sociedad comunista.
3. Sin duda, como hemos visto, las coordenadas filosóficas del marxismo hay que entenderlas ante todo en su enfrentamiento con el idealismo hegeliano; de hecho el propio Marx hablaba de poner a los pies lo que estaba en la cabeza. Esta idea es lo que ha venido denominándose con la expresión “vuelta del revés” (Umstülpung) de Hegel. El motor de la historia no podrá ser entendido ahora como la marcha del Espíritu sobre la faz de la tierra al modo hegeliano de las Lecciones sobre la filosofía de la historia universal sino como la lucha intermitente y cainita de las clases, abstraído completamente el papel del Estado: «Toda la historia de la sociedad humana hasta el día, es una historia de lucha de clases.» La dialéctica de clases –junto con el papel determinante de la base con relación a la superestructura– ha conformado el edificio marxista de suerte que estas tesis se han trasladado a las categorías humanas y etológicas (sociología, historia, antropología, geografía, &c.) de forma completamente simplista y acrítica. Desde nuestras coordenadas, se ve la necesidad de la vuelta del revés de Marx, sin recaer circularmente en el idealismo hegeliano y reconociendo al mismo tiempo la relevancia de la dialéctica de las clases en el sentido marxista, pero codeterminada diaméricamente con el Estado. Ante todo, porque la dialéctica especial entre el Estado y las clases pide regresar a la dialéctica general entre las totalidades atributivas y las distributivas a fin de evitar la sustancialización de las clases en el espacio de la Humanidad. Esta sustancialización anquilosante es la que estaría operando, desde el principio, en Marx.
Marcelino Javier Suárez Ardura
→ Ser social y Conciencia social de Marx
→ “Carlos Marx & Federico Engels en español”
→ “Combinador de versiones en español del Manifiesto Comunista”
→ “Versiones de las Tesis sobre Feuerbach de Carlos Marx”
→ “Carlos Marx”, Diccionario soviético de filosofía (1946-1984)
→ Gustavo Bueno, “La vuelta del revés de Marx”, El Catoblepas, junio 2008, 76:2. (https://nodulo.org/ec/2008/n076p02.htm)