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Isagoge
 


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Con el rótulo de IsagogeΕἰσαγωγὴ εἰς τὰς Ἀριστοτέλους κατηγορίας (Introducción a las Categorías de Aristóteles), cuyo subtítulo sería Περί των πέντε φωνών (sobre las cinco voces)–, conocemos la obra con la que Porfirio de Tiro (233-310?) preparó una introducción a las Categorías de Aristóteles, al parecer, solicitada por su amigo, el propio senador Crisauro –de hecho, en el primer párrafo de ésta, Porfirio comienza con una referencia a este patricio romano– quien habría recibido las enseñanzas de Plotino (203/204-270). En ella, vierte Porfirio de una forma sistemática la doctrina de lo que históricamente se ha denominado en la tradición escolástica como “predicables” o “Quinque Voces”: género (γένος), diferencia (διαφορά), especie (εἶδος), propio (ἴδιον), accidente (συμβεβηκὸς). Aunque los predicables (κατηγορούμενα), tal como fueron definidos por Porfirio, tenían ciertas diferencias con los establecidos por Aristóteles (384/383-322 a. C.) tuvieron un éxito muy amplio, llegando sus consecuencias hasta nosotros. En el éxito operado, tuvieron mucho que ver las traducciones y comentarios de Mario Victorino (300?-382?) y de Boecio (480-524?), pues a partir de ellas la Isagoge se convirtió en la introducción obligada a la obra de Aristóteles y en general a toda la filosofía. Étienne Gilson destaca el papel relevante de Boecio en el ámbito de la Lógica y aprecia su importancia en la difusión de la Isagoge tanto por el comentario a la traducción de Mario Victorino como por el dedicado a su propia traducción y a la interpretación de las obras de Aristóteles (Categorías, De interpretatione, &c.). Numerosos analistas vinculan la importancia de la Isagoge con el llamado problema de los universales, pues como se sabe, en la misma introducción a la Isagoge, Porfirio indica que no entra en el análisis de si los géneros y las especies existen realmente o si sólo son meros conceptos, así como si son corpóreos o incorpóreos y si existen aparte o en los objetos. Los comentarios de Boecio suscitaron, a su vez, numerosas interpretaciones, lo que fue constituyendo un campo de batalla en el que se enfrentaron numerosos sistemas filosóficos medievales, polarizados en las alternativas del nominalismo y el realismo, intentando dar solución a este problema (Roscelino, Pedro Abelardo, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Guillermo de Ockam).

Aunque la Isagoge generalmente se suele estructurar en una introducción y veintiséis capítulos –algunos de los cuales no excede la extensión de un párrafo–, cabría la posibilidad de reagrupar esta división en tres partes. La primera parte sería la propia introducción; la segunda, la dedicada por Porfirio a la exposición de cada uno de los cinco predicables –definición y sus modulaciones–; y, finalmente, la tercera recogería las distintas relaciones de lo común y diferente entre cada uno de los predicables y el resto. Desde esta perspectiva entendemos que estamos ante una obra que procede con un método riguroso y sistemático. Comienza Porfirio, dirigiéndose a su amigo Crisauro y señalando que para comprender la doctrina aristotélica de las categorías es necesario saber que es el género, la diferencia, la especie, el propio y el accidente por su importancia para las definiciones, las divisiones y la demostración. Y finaliza esta primera parte con el conocido párrafo sobre la naturaleza de los predicables al que hemos hecho alusión como prefiguración de la cuestión de los universales. Posteriormente, acomete la exposición, uno por uno, de cada uno de los predicables: el género, su definición y sus tipos hasta llegar a la modulación más propia, la que responde a la pregunta “¿qué es?”; la especie, su definición y tipos, distinguiendo sobre todo entre el género generalísimo o supremo y la especie especialísima o ínfima –en este punto aparece el famoso “árbol de Porfirio”; la diferencia, sus distintos sentidos, hasta la exposición de la modulación más propia de diferencia; el propio, sus cuatro modulaciones y la condición de convertibilidad del cuarto tipo; por último, el accidente, sus definición y sus tipos. Podríamos decir que esta parte queda cerrada cuando Porfirio establece lo que tienen de común las cinco voces (Quinque Voces). Pero Porfirio continúa exponiendo las analogías y diferencias de cada uno de los géneros con relación al resto; y este procedimiento, en cierta manera, confiere al conjunto una unidad metódica, lo que nos permitiría hablar de una tercera parte.  En primer lugar, lo análogo al género y la diferencia, seguido de la diferencia entre el género y la diferencia. Después, lo común al género y a la especie, seguido de la diferencia entre el género y la especie.  En tercer lugar, las analogías entre el género y el propio, seguido del análisis de la diferencia entre el género y el propio. En cuarto lugar, la exposición de lo común entre el género y el accidente, seguido de la diferencia entre el género y el accidente. A continuación, comienza con la exposición de lo común y lo diferente entre la diferencia y la especie, primero; entre la diferencia y el propio, después, y, finalmente, entre la diferencia y el accidente.  El mismo método de las analogías y diferencias será el que aplique al resto de predicables (especie, propio y accidente) hasta agotar todas las posibilidades, cerrándose con ello el estudio de las cinco voces. 

Gustavo Bueno ha puesto de manifiesto cómo la doctrina contenida en la Isagoge mantiene una concepción según la cual el “est” de la cópula expresaría una identidad entre el predicado y el sujeto. Ahora bien, se trataría no de una identidad unívoca sino que se modula en los cinco predicables. En efecto, el predicable o bien se entiende en la forma de género, de especie, etc. Esto supondría que ni al sujeto ni al predicado correspondería la identidad sino al modo de conexión. Consecuentemente, ni el sujeto ni el predicado tendrían por sí mismos identidad predicativa; los predicables de alguna manera estarían remitiendo a distintas categorías (geométricas, biológicas, políticas, &c.). Por otro lado, Bueno también ha defendido que la Isagoge ejercería una reclasificación de las identidades que tiene el alcance de una concepción sui generis de la identidad. No habría que perder de vista que, de los cinco predicables, el género, la diferencia y la especie expresan identidades esenciales, mientras que el propio y el accidente expresarían una identidad accidental. A la vez, género, diferencia, especie y propio eran consideradas como modulaciones de la identidad interna, pero el accidente era presentado como un modo contingente. Finalmente cabría añadir que hoy día tendría “poco sentido un intento de reconstrucción o recuperación  de la teoría porfiriana de los predicables. Sin embargo, el caudal de sus conceptos no ha sido agotado por la Lógica formal. Por ejemplo, la especie no es sólo un género ínfimo, sino también un despliegue interno del género (como se manifiesta en la Teoría de la Evolución)” (Gustavo Bueno).

Marcelino Javier Suárez Ardura

Predicables