Analogía
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1. La etimología griega de “analogía”, de ana- y logos, como “lo que está en relación con” o “razón proporcional”, nos remite al primer significado matemático de analogía como proporción o relación que vincula cuatro términos, “a”, “b”, “c” y “d”, de manera que “a” es a “b”, como “c” es a “d”. También se aplica a realidades que pueden ser comparadas, diciéndose que hay analogía entre ellas cuando son, en parte, iguales pero, a la vez, parcialmente diferentes. Desde el punto de vista gramatical se dice que un término es análogo, cuando no es ni unívoco, ni equívoco. Por esto, es condición indispensable del concepto de analogía la distinción entre los términos unívocos, equívocos y análogos.
2. En general, un término es unívoco cuando tiene el mismo sentido aplicado a realidades diferentes. Por ejemplo, el término “animal” como género aplicado a las diferentes especies de animales. Es equívoco cuando nombra varias realidades con significado totalmente distinto. Por ejemplo, “toro” referido a animal y a figura geométrica. Es análogo cuando atribuido a realidades distintas mantiene el mismo sentido, aunque con matices diversos. Por ejemplo, “oro” referido al elemento químico de color brillante o al período brillante para las letras denominado “siglo de oro”.
Los términos análogos, en los que están implicados la proporción y la univocidad, son los que presentan mayores dificultades, que aunque pudieran parecer sólo gramaticales, referidas a los nombres, son también problemas ontológicos, en tanto las palabras significantes designan objetos. Por eso, las teorías acerca de la analogía no se reducen a problemas lógicos, gramaticales o gnoseológicos, sino que todas ellas implican necesariamente cuestiones ontológicas.
3. La primera teoría de la analogía es la de Aristóteles, que distingue entre lo que los escolásticos llamarán analogía de atribución y analogía de proporción.
La analogía de atribución es la analogía simple en la que un mismo término se atribuye a varias cosas (o entes) por su relación a una primera que se llama primer analogado o analogado principal. Por ejemplo, el término “sano” se dice de un sujeto que goza de buena salud (primer analogado), pero también se aplica a un alimento, un rostro o un clima. Este tipo de analogía de atribución es extrínseca, puesto que la relación que tienen el alimento, el rostro y el clima con el término “sano” es meramente externa. Pero la analogía también puede ser intrínseca, cuando lo significado en el primer analogado se encuentra realmente, aunque de manera desigual, en todos los analogados. Por ejemplo, cuando el término “ser” se entiende como atribuido a cualquiera de los seres vivientes.
La analogía de proporción o analogía de proporcionalidad es una analogía compuesta en la que el mismo término se atribuye a varias cosas, sujetos o entes en una relación de semejanza que puede ser metafórica o propia. Es metafórica cuando expresa algo simbólico. En este caso se llama analogía impropia o de proporcionalidad metafórica. Por ejemplo, el término “visión” designa la relación entre el sentido de la vista y un objeto visible, pero se aplica también metafóricamente para denotar la relación entre el entendimiento y un objeto captado por éste (en el sentido del “ojo del alma” al que se refería Platón).
En cambio, cuando la relación de semejanza expresa algo real se dice que la analogía fundada en ella es propia, por ejemplo, la relación de conocimiento que hay entre los sentidos y los objetos sensibles es semejante a la relación entre el entendimiento y los objetos inteligibles (la analogía de Platón entre el “mundo sensible” y el “mundo inteligible”). En los dos casos el análogo “conocimiento” se toma en sentido propio.
4. Estas distinciones fueron objeto de vivas discusiones dentro de la filosofía escolástica, polarizadas en la Escuela de París, con Alberto Magno (1206-1280) y Tomás de Aquino (1224-1274) que acepta los tipos de analogías anteriores, y en la Escuela de Oxford, con Roger Bacon (1220-1292) y Juan Duns Escoto (1266-1308) que refuta a Tomás de Aquino considerando que la noción de “ser” que había tratado como análoga, en tanto se extendía a todos los predicados que en proporciones distintas pueden atribuirse a Dios y a las criaturas, era en realidad unívoca, es decir, común a todas las cosas existentes, tanto a las criaturas como a Dios. También Guillermo de Occam (1285-1347) defenderá esta univocidad.
La posición tomista volvió a ser estimada por el Cardenal Cayetano, Tomas de Vio (1469-1534), que en su Tratado sobre la analogía de los nombres (1498) sostiene que de todos los modos de analogía sólo la analogía de proporcionalidad constituye la analogía, definiendo los análogos de proporcionalidad como “aquellas cosas que tienen un nombre común y la noción expresada por este nombre es proporcionalmente la misma” (Cayetano, De Nominum Analogia, cap. III). Frente a Cayetano, Francisco Suárez (1548-1617) vendría a decir que la analogía ha de entenderse en el sentido de la analogía de atribución intrínseca y no como analogía de proporcionalidad.
En la filosofía moderna, John Locke trata la analogía como única ayuda de que disponemos para lograr un conocimiento probable (Lib. IV del Ensayo sobre el entendimiento humano: “Acerca del conocimiento y la probabilidad”); G. W. Leibniz estuvo de acuerdo con Locke al considerar la analogía como “la gran regla de la probabilidad”, recordando en los Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano como Huygens basándose en la analogía consideró que el estado de los demás planetas es bastante parecido al nuestro. En la Crítica del juicio, Kant entendió la analogía como una forma de prueba teorética.
John Stuart Mill (1806-1873) se ocupó de la analogía como tipo de razonamiento inductivo que permite llegar a una conclusión con cierto grado de probabilidad. A partir de él, las consideraciones sobre la analogía que se hacen patentes en el siglo XX están envueltas en las confusiones entre un concepto de similaridad de relaciones entre términos abstractos y otro de semejanza entre cosas, sin criterios claros que distingan entre analogía y metáfora. En el siglo XXI la analogía se emplea en diferentes ámbitos, como el de la construcción de modelos mentales en estudios sobre aprendizaje (por ejemplo, el modelo de Dedre Gentner); en solución de problemas y toma de decisiones o en modelos de razonamiento basados en inteligencia artificial.
5. Gustavo Bueno al ocuparse de los conónimos, establece una diferencia clara entre la analogía de proporcionalidad, fundada en una isología que implica totalidades distributivas, y la analogía de atribución, fundada en la sinalogía que implica totalidades atributivas. Así, los análogos de proporcionalidad serían un tipo de isónomos unitarios, es decir, de términos cuyos objetos significados mantienen entre sí relaciones de isología distributiva, y los análogos de atribución un tipo de conónimos unitarios, o sea, de términos cuyos objetos significados mantienen entre sí conexiones sinalógicas atributivas.
Carmen Baños
→ Gustavo Bueno, “Analogía de atribución”, Tesela nº 55 (2010).
→ Carmen Baños, pieza “Conónimos”
→ Juan Antonio Hevia Echevarría, “El Tratado sobre la analogía de los nombres de Cayetano”, El Catoblepas, 39:1, mayo 2005.
→ “Metáforas y analogías: pensar con cuerpos y palabras” (XVIII Encuentros de Filosofía, 23 marzo 2013)
→ “Analogía” (Diccionario soviético de filosofía)